Cada día, decenas de pacientes en nuestros hospitales salvan su vida o recuperan su salud gracias a la transfusión de sangre y derivados. En la medicina moderna, los tratamientos de cáncer, cirugía compleja, accidentes de tráfico, transplantes de órganos… todo sería imposible sin transfusiones. Detrás de todos estos avances están miles de donantes anónimos que lo hacen posible.

El trabajo en centros de transfusión sanguínea es multidisciplinar, y es la presencia del profesional de enfermería la que le da sentido a estos centros, donde la base y el fundamento de estos es la donación de hemoderivados, siendo fundamental la presencia de profesionales cualificados con destreza y conocimientos específicos para desempeñar con eficacia y eficiencia este tipo de trabajo.

La profesión enfermera, tradicionalmente centrada en 5 vertientes (administrativa, docente, de gestión, asistencial e investigación), adquiere en estos centros una nueva dimensión, donde la interacción con el usuario pasa de ser profesional-enfermo, a profesional-individuo sano. El donante de hemoderivados, una persona sana, pone a nuestra disposición, durante el tiempo que dura la donación, su salud. Nos ofrece su producto a cambio de nada, por lo que es muy importante no sólo la atención profesional que le demos al donante, sino la atención personal, que es la base para una percepción positiva del donante hacia los profesionales como hacia la labor altruista que está realizando.